No sé sobre qué escribir. Me cuesta pensar en cualquier cosa que no sea esta DANA terrible que ha desestabilizado la Comunidad Valenciana. Hay gente que lo ha perdido todo, personas que tardarán mucho en reconstruir sus vidas, y me siento mal si me dedico a reflexionar sobre cualquier otra cosa que no sea esto. Lo siento así, aunque pienso que quizá debería intentar cambiar el chip. La vida sigue. La vida sigue, y tiene más fuerza que nosotros, porque es una corriente que no se detiene; ya puedes construir diques en forma de excusas, distracciones o quejas, que tarde o temprano podrá contigo y te arrastrará.
Hace cuatro o cinco años aprendí que no podía esperar a vaciar la lista de cosas pendientes para poder salir del estudio. Hasta entonces vivía con la angustia de pensar que tenía que dejarlo todo como una patena antes de irme a casa.
Que levante la mano quien no tenga alguna esquina llena de barro. Los pasajeros de este bus fingen no escucharme, pero, en el fondo, allá donde no llega la luz, saben de qué hablo. Siempre hay trabajo por hacer. Siempre. Otra cosa es que se decida hacerlo o no, o bien dejarlo para otro día. Todo dependerá de una sola cosa: tú.
Hace cuatro o cinco años aprendí que no podía esperar a vaciar la lista de cosas pendientes para poder salir del estudio. Hasta entonces vivía con la angustia de pensar que tenía que dejarlo todo reluciente antes de irme a casa. O si me llamaba un cliente y me pedía algo urgente, lo hacía inmediatamente. Era incapaz de decirle: «No puedo, estoy con otro trabajo hoy» o «No puedo, en una hora termino porque tengo pilates» o sencillamente «No puedo.» Porque, ¿qué demonios le importan los motivos por los cuales no puedo?
Este «No Puedo» es el Gran Tema. Recuerdo haberle dedicado sesiones enteras en terapia para poner un poco de orden. ¿Qué significa «no puedo»? ¿Cómo puedo permitirme decir «no puedo» si esto que estoy haciendo ahora lo puedo acabar mañana por la mañana levantándome solo una horita antes, y todos contentos? Me sentía una completa mentirosa diciendo «no puedo» cuando «podía» saltarme pilates o madrugar al día siguiente y diseñarle lo que fuera necesario de un día para otro.
Aunque ya lo tengo bastante ordenado, tengo que confesaros que una parte de mí aún cree que, si he logrado tener proyectos de forma regular, es también en parte por esa facilidad y tendencia a sacrificarme por el trabajo. Un sacrificio que el neoliberalismo debe haber aplaudido con fervor, pero que una persona con dos dedos de frente seguro que ve como un síntoma urgente de terapia. ¿De dónde te viene esta obsesión por satisfacer a los clientes y querer quedar tan bien con ellos, aunque eso suponga anteponerlos a tu propio cuidado? ¿Por qué ese afán de complacer? ¿A qué tienes miedo?
El H6 se ha detenido en un semáforo. En la pared que ha quedado frente a mi ventana, hay un cartel blanco con letras naranjas: Excavaciones y demoliciones, con un número fijo y otro móvil. Y a mí, eso de que alguien pueda destruir un bloque de pisos pulsando solo un botón me hace pensar en todas las personas que hemos levantado una carrera sobre un terreno inestable, constantemente atravesado por la incertidumbre. Quizá ese afán por complacer a los clientes escondía otros miedos, pero estoy segura de que también era un síntoma del temor de que una adversidad pueda, en cualquier momento, llevarse por delante el estudio que he logrado construir entre dos calles con nombre de aluvión: Torrent de l’Olla y Torrent de les Flors.
Un abrazo desde el H6,
Ingrid
*Los nombres «Torrent de l’Olla» y «Torrent de les Flors» se refieren a dos calles en Barcelona, España. «Torrent» significa «arroyo» o «riachuelo» en catalán.