Empieza el curso y empieza el año. Para mí, lo de los propósitos es ahora, y no en enero. Cuando llega la última semana de agosto, hago clic y me pregunto: ¿cómo quiero que sea mi forma de trabajar de ahora hasta julio? Que luego acabe siendo como me lo había imaginado, eso ya es otra cosa. Porque si algo me ha enseñado la vida, es que puedes hacer planes, pero nanai; giro de 180 grados y dos tazas de algo que no esperabas. Pero oye, que no se diga que una servidora no piensa más allá de mañana.
Nunca he sido de planificar a largo plazo. Ni largo, ni tampoco medio. Probablemente eso es lo que nos une a muchas personas de una misma generación, y por qué no decirlo, clase social. Muchas nos adentramos en el mundo laboral en medio de la crisis económica de 2008, y eso moldeó nuestras expectativas: aférrate a cualquier trabajo para pagar el alquiler, la comida y la fiesta, y saca tiempo de donde sea para hacer lo que más te gusta. Yo hacía logos para conocidos y me inventaba pósters. Los subía a Flickr, y ya era feliz.
No empecé en este oficio de una forma diferente a esa, aunque creía que para dedicarte oficialmente al diseño hacía falta: una buena red de contactos (si puede ser de buena familia), un buen colchón en la cuenta corriente o un/a mecenas —llámalo mecenas, llámalo familia, llámalo cupón Euromillón— para alquilar un local y reformarlo, comprar ordenadores, contratar personal, levantar la persiana y esperar, mientras suenan The Shins de fondo, a que llame el primer cliente.Pero nada de esto. Si lo hubiera hecho así, hoy no seria aquí. O quién sabe. Quizás sí que estaría en este mismo convoy del H6 cruzando la ciudad de Barcelona, pero sería otra e iría a otro lugar que no es este estudio.
Un abrazo desde el H6,
Ingrid